domingo, 6 de diciembre de 2009

FILOSOFIA EN EL DOJO


Webster define la filosofía como la "teoría o análisis lógico de los principios intrínsecos de la conducta del pensamiento, del conocimiento y de la naturaleza del Universo". Las Artes Marciales son mucho más que otras actividades de cualquier tipo, puesto que juegan con la vida y la muerte. Como comentaba un Maestro de Karate-dô, un simple puñetazo puede ocasionar la muerte si se golpea en los lugares precisos. Aunque como él mismo decía, "yo he visto caer fulminados al suelo a dos compañeros míos, al ejecutar dos chudan tsuki sin control, muriendo los dos en el acto".
El Karate se enseña en una escuela llamada Dôjô. Algo más que un mero gimnasio o club. La palabra "Dôjô" implica un significado más profundo para el estudiante avanzado. El Dôjô llega a ser un concepto, un camino de vida. La palabra es un respaldo filosófico de varios de los aspectos del Karate-dô. Así pues, el estudio del Karate-dô aportó mucho más que el aprendizaje de una serie de técnicas. El Karate-dô envuelve a alumno en su totalidad como persona, es decir influye tanto en su carácter como en su cuerpo.
Todos los Dôjôs tradicionales de hoy en día, en los cuales se enseña cualquier forma de Arte Marcial: Karate-dô, Judo, Aikido, Kendo, etc., están fundados en la idea de la virtud, a parte de que los seguidores de las Artes Marciales hoy día, son, de alguna manera descendientes de los antiguos Samurais.
Un Dôjô tradicional es de hecho, un patriarcado. El Sensei, es el maestro del Dôjô. "Sensei" es una palabra japonesa que significa algo así como "Profesor honorable", de fortna que los doctores y abogados pueden ser llamados de igual forma "Sensei". En Karate-dô, el Sensei mira a sus alumnos como si fueran sus hijos e hijas, observándoles de una forma que ellos nunca se podrán observar. Él influye directamente en la formación de su carácter y su físico, incluso más que sus familias, es por ello que debe estar siempre por encima de sus alumnos, no sólo en el plano técnico, sino como persona. Esta es la responsabilidad de su Arte. El Dôjô es realmente la casa del Sensei. Los estudiantes vienen a su casa a aprender su forma o "camino de vida", esta forma o camino es su Arte.
El Sensei siempre debe ser un ejemplo de virtuosidad. Sus relaciones con todos los estudiantes tienen que ser, por encima de todo, objetivas y bien definidas. Sólo de esta forma se perpetúa el aprendizaje. Todas las Artes Marciales tienden hacia un proceso de auto-realización, es un deber del Sensei poner un ejemplo en cada cosa, de forma que el alumno avance no sólo técnicamente, sino también en madurez. Un Sensei aprende primero a ayudarse a sí mismo antes de hacerlo con otros, de forma que deberá ser un ejemplo de madurez, disciplina, moderación y sabiduría. A menudo, durante el transcurso de los entrenamientos, un alumno puede alcanzar un estado dificultoso debido a su ansia de aprender, tal vez debido a la excesiva impaciencia o a otras razones emocionales. En este caso, el Sensei o Profesor hace las veces de amigo, así como de corrector en lo referente a la técnica del Arte.
Todos los Sensei tradicionales son perfeccionistas. Es difícil ver en un Dôjô tradicional muchos aparatos modernos para su utilización. Todo estudiante es educado para andar en el camino de la perfección diaria a través del Kihon (técnica básica).
Mantener los cuerpos en el mejor estado físico es un requisito y una exigencia para todos los alumnos. Los combates reales se sucederán contra adversarios más cualificados, más o menos fuertes, y más o menos grandes que uno. Se les enseña a practicar la autosugestión y la meditación. Saben que el que gana, no puede abandonar nunca y el que abandona, nunca ganará nada. Normalmente pasan años hasta que el Sensei decida tratar amistosamente con un alumno.
Profesor Richard Kim, un gran Sensei, dijo una vez sobre el entrenamiento en Karate-dô: "Es un desafío, que se hace durante todo el tiempo de la vida. El desafío es de uno mismo a uno mismo".
Todos los Dôjôs tradicionales mantienen sus estándares de limpieza y belleza, tal como existían en los Dôjôs antiguos.
En los Dôjôs del viejo Japón, la calidad del trabajo desarrollado es el reflejo de la atmósfera del Dôjô. Un Dôjô típico de Karate-dô japonés es inmaculado y estructuralmente bello. Algunas veces están adornados con figuras tradicionales, como por ejemplo, los Guardianes del Templo Todai-Ji, con el propósito de crear un ambiente de dignidad y respeto para los estudiantes.
Todos los Dôjôs tradicionales tienen su tiempo dedicado a la meditación. Algunas veces al principio de la clase, otras al final. Un buen estudiante tardará años antes de que capte el verdadero sentido de la meditación, pero en un plano más cercano, se puede apreciar cuando el alumno está más tranquilo ante a un examen, o como consigue tranquilizarse más rápidamente ante una situación difícil.
En el Dôjô, el estudiante trata de olvidar todos sus problemas y conflictos cotidianos para centrarse única y exclusivamente en su Arte y su mundo. Durante el tiempo que permanece en el Dôjô, no existe familia, ni trabajo, ni problemas, sólo su Arte Marcial. No es sorprendente que un artista marcial esté más equilibrado como ser humano, pues él sabe que la totalidad de su persona necesita tanto de su cuerpo como de su mente, de forma que lo hace trabajar al unísono. La atmósfera en un Dôjô es de energía. Los estudiantes aprenden a no exteriorizar el dolor cuando son dañados en un combate y a no mostrar debilidad. Ambas disciplinas trabajan juntas para la formación de la salud física y de la fuerza del carácter del practicante.

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