domingo, 27 de septiembre de 2009

LECCIONES DEL MAESTRO



Recibí mis primeras clases de Gichin Funakoshi siendo miembro del equipo de kárate de la universidad de Takushoku. Yo tenía poco más de veinte años y el maestro Funakoshi más de ochenta. A mis jóvenes ojos parecía una leyenda viva. Ahora que tengo más de setenta años me descubro a menudo reflexionando sobre las enseñanzas del maestro Funakoshi. Mientras recuerdo con cariño el hombre que fue, me gustaría compartir algunas de las lecciones que impartió, junto con algunas de mis opiniones. Personales sobre kárate, que formé durante el tiempo que pasé con el maestro Funakoshi. Gichin Funakoshi nació en 1868 en Shuri, Okinawa. Como de niño era menudo y débil, recibió clases de kárate, estudiando con Yasutsune Azato y Yasutsune ltosu (y, en alguna ocasión, Matsumura Sokon). Funakoshi asistía a sus sesiones de entrenamiento de noche, después de acabar sus estudios de la jornada, y no era raro que a la hora de terminar le sorprendiese el amanecer del nuevo día. Llegó a ser calígrafo y educador, involucrado en la enseñanza de jóvenes en su ciudad natal. Momento crucial de Funakoshi ocurrió en 1922, cuando fue invitado a Tokio como representante de la Prefectura de Okinawa para hacer una demostración de karate en la Primera exhibición Atlética Anual, un acontecimiento deportivo para jóvenes patrocinado por el Ministerio de Educación. La demostración resultó un gran éxito y Funakoshi recibió innumerables solicitudes de clases. Decidió quedarse en Tokio, donde permanecería hasta su muerte, difundiendo el kárate como disciplina tanto física como mental, principalmente a través de la enseñanza a estudiantes universitarios. Fue este período de su vida, cuando Funakoshi ya tenía más de cincuenta años, el que con el tiempo le haría merecedor del título de “Padre del karate Moderno”.
En aquel momento, en Japón, los cincuentones normalmente vivían ya jubilados. Pero el maestro Funakoshi determinó su vocación y, a pesar de la falta de apoyo económico, decidió emprender una nueva vida en Tokio. El siguiente es un episodio bien conocido de aquella época. .
Por dificultades económicas, La Prefectura de Okinawa no podía proporcionar a Funakoshi ayuda económica durante su estancia en Tokio. En este sentido, al maestro se le permitía vivir en Meisei Juku, una residencia de estudiantes para okinawenses, a cambio de ocuparse de algunos trabajillos en la residencia., cierto día se presentó en la residencia un periodista para entrevistar a Funakoshi. Al llegar, reparo en un criado que barría el jardín, a quien preguntó arrogantemente: “¿Está por ahí el maestro Funakoshi? .El criado condujo educadamente al hombre a una sala y le pidió que esperase un momento. Al poco tiempo, reapareció el criado del jardín, esta vez llevando un atuendo más apropiado, momento en que el periodista se dio cuenta de que el criado y el maestro Funakoshi m la misma persona. Atónito, el periodista hizo repetidas profundas reverencias a Funakoshi, deshaciéndose en disculpas por su anterior descortesía. Funakoshi, sin embargo dio por olvidado el incidente y mantuvo una sonrisa en la boca durante toda la entrevista.
En sus últimos años, Funakoshi rememoraba con afecto este período de su vida, “ya que el maestro había vivido en la pobreza. “Nunca lo consideré un momento desagradable”, “Al contrario: gracias a mis sueños y aspiraciones de difundir el karate, estaba bastante alegre.” Aprendí del maestro Funakoshi que siempre se puede emprender un nuevo camino, se tenga la edad que se tenga, y que es tu corazón el que determina tu propia felicidad. también había abundantes anécdotas que compartíamos entre nosotros, los estudiantes, estas se sucedían debido a nuestra fascinación en aquella época con la pregunta: “¿El sensei Funakoshi está realmente fuerte ahora que tiene más de ochenta años?”. Un incidente en especial me hizo darme cuenta de que, a pesar de nuestra juventud, no estábamos a la altura de nuestro maestro.
Había ido a recoger al maestro Funakoshi y le acompañaba en taxi de vuelta al dojo de universidad. Sentado junto a él y mirando al frente, me cruzó una idea por la cabeza: y si ahora si tuviera que probar algo contra el maestro Funakoshi? En aquel mismo Funakoshi dijo tranquilamente: “Kanazawa-san, ¿en qué estabas pensando?”. Otra ocasión, me cogió por sorpresa el oír al maestro Funakoshi admitir que había algunas cosas que era incapaz de hacer. Estábamos practicando el Kata kankÜ-Dai. Había observado cuidadosamente cada movimiento del sensei Funakoshi y ejecutado cada técnica precisamente como nos la había mostrado el sensei Funakoshi y ejecutado cada técnica precisamente como nos la había mostrado y nos pedía bajar más las caderas”. , señor”, respondí, pero su comentario me desconcertó. Yo las había estado de haciendo exactamente corno él nos había mostrado un momento antes... “Soy viejo; no puedo hacer esto”, continuó el maestro. “Pero tú no y ahora es el momento de fortalecer las piernas.” mientras practicaba el mismo kata, abrí las manos en el movimiento de apertura describiendo lentamente un arco, igual que había visto hacer al sensei Funakoshi, el me rectifico y dijo: «Lo hago así debido a mi edad. Cuando se es joven el ritmo es importante”. Entonces me indicó que realizase el movimiento bruscamente, en dos pasos. No se puede poseer simultáneamente juventud y avezada experiencia. Desde mi encuentro con el maestro Funakoshi, la idea de que una cosa debe realizarse correctamente acorde a tu edad y posibilidades y que ambas deben adquirirse y unirse correctamente a la otra se ha convertido en uno de mis temas personales.

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